Confiar a manos abiertas.
En esta clase (así como en la siguiente) todo se trataba del movimiento. Propio y del otro. Quiero destacar dos momentos de esta sesión:
Partimos con un ejercicio en el cual nos movíamos por todo el lugar mientras nos íbamos saludando, dándonos la mano, la otra, tomándonos de los codos, de los hombros, de las rodillas, de la cabeza... Era importante mirarse a los ojos. Fue raro, porque claro, uno no siempre está tan consciente de cómo saluda a las demás personas y me pasó que de alguna manera con cada uno era diferente. Como que cambiaba la sonrisa o la distancia o la inclinación de la cabeza, dependiendo de la persona que se tratara... de alguna forma saludábamos a todos de la misma manera, mientras que al mismo tiempo saludábamos a cada uno de una manera diferente. No sé cómo más explicarlo.
Al final de la clase nos dividimos en grupos y con los ojos cerrados nos tomamos de las manos, la idea era que la profesora nos fuera diciendo palabras y nosotros tratáramos de comunicarlas a los que teníamos al lado a través de las manos. En cierta manera, fue un momento muy íntimo y único, inexplicable: cada uno interpretaba las palabras que nos decían de una manera propia y de alguna forma podíamos entender lo que nos querían decir a través de las manos. Me pasó que sentí que realmente entendí las palabras a través de las manos de mis compañeras que tenía a cada lado, pero más importante, siento que de alguna forma entendí como ellas entienden estas palabras.
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